martes, 25 de enero de 2011

Haced caso a mamá

-Muy bien, ¡Todo el mundo a la cocina!- y todo el mundo fue a la cocina.
Los tres niños se colocaron en formación como se les había enseñado años atrás, con los pies muy juntos y las manos detrás de la espalda. Todos miraron a su madre con una expresión mil veces ensayada de cordero degollado, para intentar templar el humor de su querida procreadora.
-¿Quién ha sido? ¿Quién ha roto el jarrón?
Y todos callaron.
El mayor  de ellos, Nicolás, tragaba saliva porque ya sabía que venía a continuación. En efecto, la madre abrió el cajón de los trapos y debajo de uno con dos patitos bordados saco el cúter. Se dio la vuelta y mirándolos fijamente lo abrió con un movimiento rápido y preciso.
-Nicolás, ven aquí- y Nicolás fue ahí -¿Quién ha sido?
-No lo sé, mamá
Como hermano mayor sabía perfectamente cómo funcionaban los castigos de mamá, y sabía que él y sus hermanos se mantendrían unidos, por el bien de todos.
-Muy bien, en ese caso os castigaré a todos- y agarró la pequeña oreja de Nicolás –esta vez sólo será el lóbulo.
El cúter se deslizó sin esfuerzo y cortó con facilidad la suave piel y el blando cartílago se despegaron de su propietario, que se mordía la lengua porque gritar enfurecería a mamá.
-Ves  a ver al doctor- dijo la madre mientras arrojaba la carne de su hijo a la basura.
El doctor Irving era un viejo conocido de la familia, había curado todas las heridas de los pequeños. Cortes de lóbulos, parpados, músculos de brazos y piernas, pies, uñas arrancadas, tendones cortados, dientes rotos, liquido ocular derramado y un largo etcétera… incluso  aquella vez que Nicolás había matado a su padrastro accidentalmente clavándole el tenedor repetidamente en la garganta y su madre le había reñido rebanándole el estómago. El doctor tuvo que meterle los intestinos que el chico llevaba en las manos.
-Celia, te toca- dijo la madre dirigiéndose a su bonita hija, la que solo carecía de medio labio superior – si no me dices quien fue te cortare un pezón, y los chicos odian a las chicas sin pezones, así que morirás vieja y sola, ¿quieres eso?
Su pequeño hermano enrique ya se estaba masajeando su pequeño pene con la idea de ver desnuda a su aterrorizada hermanita, y con un ‘¡ Cerdo!’  Su mamá le quito las ganas de un puntapié a la boca.
-¡Fue Enrique! ¡Fue Enrique!- la madre sonreía satisfecha, el pequeño gritaba ‘!Zorra mentirosa!’ y su madre le dio a elegir entre la nariz y los labios.

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