Había una vez un lobo que solo comía pescado, le gustaba todo el pescado que puedas imaginar: sardinas, caballa, bacalao, lenguado, salmón...
No probaba ni una pizca de carne, ni siquiera cuando su manada traía un jugoso cervatillo o una pequeña liebre y se los zampaban a la luz de la luna.
Un día, el lobo paseaba por unas colinas cuando olio algo, siguió el rastro y encontró una oveja solitaria pastando. El lobo se le acercó sigilosamente, no obstante, la oveja que tenia también un buen olfato lo descubrió, y temblando intentó escapar, pero el lobo, que era mas rápido y ágil consiguió cerrarle el paso. La oveja muerta de miedo le suplico:
- Por favor, no me comas, soy vieja y mi carne tiene mal sabor. Además soy propiedad de una niña, y si me matas ella llorara durante muchas noches.
El lobo le replicó:
- No te preocupes, ovejita, no voy a comerte, soy un lobo al que solo le gusta el pescado. Si fueras una sardina con gusto llenaría mi panza contigo, pero como no lo eres no debes temer el ser devorada por mis fauces.
La oveja dando las gracias se marcho lentamente por el camino hacia su casa, cuando de repente, el lobo saltó hacia ella y le mordió en el cuello.
La oveja cayo al suelo, y con un ultimo suspiro preguntó:
-¿Porqué has echo esto? mi carne no sirve para comer y además me has dicho que solo comías pescado, ¿es acaso mentira?
- No ovejita, pero soy un lobo.
Y siguió con su paseo por el bosque.
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